Por: Dra. Lucy Serrano
En la mayoría de nuestras actividades cotidianas es necesario tratar con un gran número de personas. Algunas de ellas poseen un carácter tranquilo, amable, colaborador e inclusive afectuoso. Sin embargo, es muy probable que también lleguemos a conocer a otro tipo de gente cuyas características pueden ser todo lo contrario: malhumoradas, difíciles, conflictivas, displicentes y problemáticas o cuya forma habitual de dirigirse a los demás sea de manera demandante, agresiva, intolerante y controladora.
Pero también existe otra categoría que llega a ser particularmente peligrosa y muy difícil de detectar. Se trata de aquellos individuos que sin llegar a manifestarse claramente como conflictivos, tienen la asombrosa capacidad de desgastar tu energía, alterar tu paz interna, dificultar tu descanso y comodidad o, peor aún, quitarte tu dinero con mil diferentes trucos y artimañas. Parece una pesadilla, ¿verdad?, pero son completamente reales; inclusive algunos de ellos pueden estar muy cerca de ti y no te has dado cuenta.
Estamos hablando de aquellas personas a las que he denominado como "desgastantes" y por desgracia las encontramos en todos los ámbitos: el interior del hogar, la oficina, la escuela, el supermercado, el conjunto habitacional en que vivimos, etc.
Desafortunadamente, no existen leyes que nos protejan de su acoso y, por supuesto que no depende de nosotros modificar las actitudes negativas de los demás; esa sería una labor prácticamente imposible. Pero lo que podemos hacer, si deseamos conservar nuestra salud física, mental y emocional, es detectar a tiempo a esas personas y procurar alejarnos o, por lo menos, relacionarnos con ellas de forma inteligente, evitando al máximo que nos perjudiquen.
Sin embargo, la primera dificultad a la que nos enfrentamos es cómo detectar que alguien en particular es "desgastante". Y para resolver ese problema necesitamos conocer cuáles son sus características y su modo de actuar.
Generalmente, estas personas (que pueden ser hombres o mujeres) al principio se acercan a nosotros con una actitud empática y amistosa; haciéndonos notar la admiración que nos tienen; manifestando su interés por lo que hacemos y mostrándose serviciales y prestos a darnos toda la ayuda de que sean capaces. Es lógico que al ver estas cualidades, nosotros estemos bien dispuestos hacia ellos, pensando que son personas buenas y desinteresadas, en las que podemos confiar y apoyarnos en caso de necesidad. Por consiguiente, las aceptamos, les damos nuestro cariño y comprensión.
No obstante, al poco tiempo de mantener esta aparentemente idílica relación, comienzan a surgir los primeros síntomas de su negatividad. Se vuelven dependientes de nosotros en casi todos los aspectos. Si son compañeros de trabajo, empiezan a pedirnos consejos sobre cómo resolver las dificultades o problemas que se les presentan. También pueden solicitarnos que les "echemos la mano" para concluir algún reporte de ventas o alguna otra tarea importante que tengan pendiente. En el caso de que sean nuestros vecinos comienzan a pedirnos ciertos favores: si vamos de compras al supermercado, nos encargan unos cuantos productos, ya que a ellos les "agarraron las carreras" y no les dio tiempo para ir o simplemente se les olvidó. Nos pueden encargar a los niños un rato en la tarde en lo que ellos salen a pasear o van al cine. En cambio, si la persona desgastante es un miembro de nuestra propia familia, nos puede pedir que le hagamos el "favor" de coserle el botón de una camisa o plancharle el pantalón, pagarle una cuenta en el banco, llevarle el coche al taller, etc.
Por supuesto que cuando esta clase de favores son esporádicos y producto de una verdadera emergencia o necesidad apremiante, no existe ningún inconveniente en hacerlos, y más aún cuando no constituyen un problema para nuestras propias actividades. Es de elemental cortesía y reciprocidad prestar ayuda. Pero lo que sucede con los individuos desgastantes es que estos favores se vuelven constantes y permanentes con el paso del tiempo. Además se incrementan a grado tal que entonces el acudir en su auxilio se vuelve una verdadera carga, no sólo de esfuerzo físico o mental, sino porque constituyen una franca alteración en nuestro ritmo de vida.
Una de las maneras particularmente desgastante es aquella cuando nos utilizan como su "paño de lágrimas". En el momento en que estas personas nos sienten la suficiente confianza, que generalmente es muy rápido, comienzan a platicarnos todas las desventuras de su vida y, sin consideración alguna por lo que nosotros estemos haciendo en ese momento o por lo inoportuno del lugar, nos interrumpen a toda hora para contarnos lo último que les pasó. De ahí se siguen a hacernos cómplices y copartícipes de sus líos (sobre todo si son amorosos). Nos pueden pedir que intercedamos con el novio, la mamá, el hermano, etc.; que los cubramos ante el jefe por alguna falta que cometieron o que los apoyemos y defendamos de los chismes, calumnias, intrigas y ataques de otros vecinos, familiares o compañeros de trabajo.
También en nombre de la confianza y amistad (o parentesco), acostumbran tomar nuestras cosas sin pedirlas de antemano: la ropa, el maquillaje, zapatos, joyas, libros, muebles o aparatos eléctricos, documentos importantes, etc. Llegan a ser capaces de pedirnos prestado el coche para cualquier cosa que necesiten sin que les preocupe si nosotros lo vamos a utilizar. Tienen una sorprendente inventiva para contarnos la terrible y dramática historia que justifica pedirnos dinero prestado (que, por lo común, no pagan en el tiempo que acordaron, si es que nos pagan).
En fin, resultaría muy prolongado detallar todo lo que son capaces de hacer las personas desgastantes en aras de su beneficio y conveniencia. Aquí he mencionado algunas de las actitudes más comunes con las que nos llegan a acosar. Ahora, la pregunta obligada es: ¿qué podemos hacer para defendernos y no caer en su juego?
Desafortunadamente, todos aquellos que poseen un alto sentido de la generosidad, reciprocidad y altruismo a veces ni se dan cuenta de que son explotados por los individuos desgastantes. Y si lo descubren no saben cómo o no pueden evitarlos, ya que su buen corazón siempre termina por conmoverlos y acaban cediendo.
Algunos más, con un carácter fuerte y decidido, podrían pensar que basta con "pararles el alto" de una forma rápida y contundente en el momento apropiado. Esta solución parece muy razonable, pero no funciona con esas personas. Cuando sienten el rechazo, reaccionan de muy diversas maneras que hacen imposible mantenernos firmes en nuestra decisión.
Algunos son excelentes chantajistas emocionales, que fingiendo ingenuidad, prometiendo que no lo volverán a hacer, deshaciéndose en mil disculpas o simplemente rogando y suplicando que no los abandonemos porque se morirían sin nuestra ayuda, pueden hacer dudar hasta al más inconmovible. Otros recurren a la estrategia de la compensación, es decir, asumen una actitud humilde y sumisa al tiempo que intentan recuperar nuestra simpatía con toda clase de halagos, regalitos y detalles, los cuales terminan por convencernos de su "sincero" arrepentimiento y además nos comprometen a devolver en el futuro las atenciones de que nos hicieron objeto.
Finalmente, encontramos los casos extremos; aquellas personas que al sentirse rechazadas pueden alterarse tanto que se comportan vengativamente, haciendo escándalos, agrediendo e insultando. Inclusive pueden llegar a desquitarse recurriendo a la calumnia y a la difamación ante los demás o convirtiéndose en enemigos declarados.
La solución de este problema tampoco está en volvernos fríos, egoístas, desconsiderados y aislarnos de todo el mundo o caer en una actitud paranoica creyendo que todos aquellos que nos rodean se pueden aprovechar de nosotros, por lo que tenemos que levantar cuantas barreras sean necesarias en las relaciones con los demás.
En realidad, hay una forma bastante efectiva de tratar a las personas desgastantes. Se requiere que actuemos con inteligencia y amabilidad combinadas al mismo tiempo. En esto consiste la técnica que yo llamo indiferencia amable, y que nos va a permitir responder a los intentos de manipulación sin someternos a la voluntad del otro. Igualmente, evitaremos caer en el error de evadirnos o tener comportamientos acusadores y agresivos.
LA INDIFERENCIA AMABLE
Lo primero que tienes que hacer es detectar cuándo estás con alguien desgastante y esto lo lograrás observando cuidadosamente sus pautas de conducta. Cuando sientas que están abusando de tu tiempo, de tu paciencia, de tu buena voluntad, de tu capacidad de ayuda o que alteran tu paz y tranquilidad física o mental, entonces será el momento para actuar. No esperes a que las cosas escapen de control y estés demasiado involucrado con esta persona. Deberás empezar por marcar límites respecto a lo que estás dispuesto a hacer o a tolerar, pero sin que pierdas el control, te alteres o seas prepotente y cortante. Recuerda que en la amabilidad esta la clave. Deberás decir pocas palabras, pero potentes y acompañadas de una actitud que deja en claro esos límites. Por ejemplo, puedes decir: "Lamento mucho lo que te está pasando, ¿qué piensas hacer al respecto?". Con esta frase manifiestas empatía con la persona, pero al preguntarle qué piensa hacer, entonces estás dejando en ella la responsabilidad de buscar la solución y tú muestras firmeza al no ofrecerte a ayudarla.
También debemos de ser muy cuidadosos respecto a las atenciones y regalos que estamos dispuestos a aceptar, para después no sentirnos comprometidos a devolver el favor.
Para que el método funcione es fundamental conservar la calma, no engancharse en una discusión y menos aún tratar de convencer a la otra persona, exponiéndole nuestras razones para negarnos a hacer lo que quieren, ya que no lo van a entender. Es indispensable no sentirnos afectados por lo que nos puedan decir o hacer y debemos aprender a dominar nuestras respuestas emocionales automáticas. Sin embargo, nos mantendremos firmes en nuestra posición, sin groserías, pero con determinación.
Lograrlo no es fácil, pero sí es posible. Requiere mucha práctica y paciencia. Pero será de gran utilidad para tratar con todo tipo de personas difíciles, que por razones de trabajo, familiares o de convivencia social nos vemos obligados a tratar cotidianamente.
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8 comentarios:
A sido de mucha ayuda para mí algunas veces es difícil lidiar con algunas personas y mantenerse bien sin perder el equilibrio emocional.
Interesante artículo, me encantó es una descripción del día a día en la vida cotidiana de las personas. Muy buen artículo. Siempre es bueno aprender más.
Gracias a todos por sus valiosos comentarios, en los próximos días compartiré un nuevo artículo sobre Inteligencia Emocional en ambientes laborales.
muy interesante el artículo y algo dificil llevarlo acabo sobre todo cuando se trata de una persona muy cercana.
muy interesante el artículo y algo dificil llevarlo acabo sobre todo cuando se trata de una persona muy cercana.
Muchas gracias. Me será de gran ayuda...
Poner los límites a las personas tóxicas Gracias por brindar herramientas para crecer.
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